sábado, 21 de enero de 2012

Capítulo I: La Mercancía

Era la mañana más fría que se recordaba en años. La niebla cubría con su espeso manto la carretera que llevaba a los dos compradores hacia el almacén fiscal, donde se cerraría el trato. Faltaban aún un par de kilómetros para llegar al término municipal de Murcia, cuando el conductor, Mikel Romero, se dirigió a su compañero de viaje y negocios.


-No se ve casi nada, Paco, te dije que debíamos cambiar los faros antiniebla.
-Lo sé, lo sé, pero, ¿Qué podemos hacer ahora? Ve despacio, que ya falta poco.


La tensión se palpaba en el interior de aquel Land Rover, era un negocio muy importante que, de salir bien, dejaría un amplio margen de beneficios, pero por otro lado, había mucho dinero en juego, y aunque ninguno de los dos dijera nada al respecto, estaban muy nerviosos tanto por el dinero que podían ganar como por la idea de que el trato pudiera fracasar.


Entre nubes a ras del suelo, no tardaron mucho en llegar a la ciudad. Habían quedado en un bar cercano con el intermediario, una mujer llamada Martina, que les llevaría hacia el almacén donde se encontraba el camión con la mercancía. Cuando llegaron al "Bar Chaske" reconocieron rápidamente a Martina, que esperaba en la puerta fumándose un cigarro. No se conocían en persona pero se habían visto por videollamada. No era una mujer muy guapa, en los treinta y de rasgos latinos. Al verles se apresuró para montarse en el coche y sin tan siquiera saludar preguntó con su característico acento sudamericano:


-Trajeron el dinero, ¿verdad?


Paco miró hacia el asiento trasero y asintió mientras le mostraba el maletín. Martina, en un gesto de alivio, se recostó sobre su asiento mientras se colocaba el cinturón.


-Sigan esta avenida hasta la rotonda y tomen la tercera salida, pronto de allí verán el almacén "nomás".


Mikel siguió sus instrucciones y pronto llegaron al almacén. Aparcaron el coche fuera y se encontraron en la puerta con un hombre con un abrigo y otro con chaqueta y maletín.


-Les presento al señor Felicio Morales, el dueño del almacén, y al señor Lamberto Ripalda, el notario.-Presentó Martina.
-Es un placer, caballeros.-Dijo Mikel mientras les daba la mano.
-El placer es nuestro.-Respondió el Sr. Morales. -Por favor, pasen adentro, hace mucho frío aquí fuera, ¿no creen?
-Desde luego que sí.-Coincidió Paco mientras pasaban al interior de aquella nave.


Y allí estaba el camión, un tráiler de dieciocho ruedas cargado hasta arriba de whiskey escocés. Mikel y Paco se miraron y una sonrisa se dibujó en sus caras. El Sr. Morales les interrumpió.


-Señores, no quisiera importunarles, pero tenemos cierta prisa, tenemos otro trato que cerrar dentro de un rato.
-No hay problema.-Respondió Paco. -¿Podemos ver los papeles de la mercancía?
-Por supuesto que sí.- Convino.-señor Ripalda, por favor.


El notario sacó del maletín unos documentos y se los pasó a Mikel. Éste los examinó y se los pasó a Paco con un gesto de conformidad.


-Está todo correcto.-Dijo Mikel sonriente. -Solo nos queda ver la mercancía.
-Está bien, pero quisiéramos ver el dinero.
-Me parece bien.


Se acercaron a la parte trasera del camión y Paco le entregó el maletín con los 20.000 euros al señor Morales, éste lo abrió y manoseó los fajos para comprobar su autenticidad. 


-Señores, el dinero está bien, aquí tienen su mercancía.-Dijo Morales mientras pulsaba el botón que abriría la parte de atrás del camión en el que se encontraban los cientos de cajas del producto que tantos beneficios les reportaría.
Mikel y Paco se miraron sonrientes, casi eufóricos, mientras se abría la compuerta. Pero aquella alegría les duraría más bien poco, porque lo que allí había no era whiskey escocés de doce años, sino un matón de unos treintaytantos con una pistola que les apuntaba a la cara.


-¿Pero qué coño es esto? ¡Martina!¡Maldita zorra!.- Gritó Paco fuera de sí.
-Lo siento papito, érais vosotros o yo.-Respondió Martina


El matón bajó del camión sin dejar de apuntar a Mikel y a Paco. El notario los metió a empujones en una especie de caseta dónde se guardaban los utensilios de limpieza y otras herramientas. Antes de que se cerrara la puerta, Morales tenía algo más que decir.


-Señores, es un placer hacer negocios con ustedes.


El eco de una carcajada en la lejanía era lo único que se escuchaba en el ambiente una vez que el notario cerró la puerta del cobertizo. Paco y Mikel se miraron simultáneamente sin decir nada, como si ese movimiento lo tuvieran previamente estudiado. Escudriñaron la habitación casi de reojo para ver si en algún momento aparecía el confeti y la cámara oculta, pero nada de eso ocurrió. Les habían timado.